Se
elaboran mediante el batido de los ingredientes, mecánico o manual, con el fin
de introducir la máxima cantidad posible de aire en la masa y conseguir así una
gran esponjosidad y volumen después de la cocción. Preparar un bizcocho es muy
sencillo, pero como en toda elaboración pastelera, hay poco margen para la
improvisación. Para obtener un buen resultado hay que pesar correctamente los
ingredientes e incorporarlos en el orden adecuado, además de seguir unas
cuantas reglas.
Proceso de
elaboración
Preparar
un bizcocho es muy sencillo, pero como en toda elaboración pastelera, hay poco
margen para la improvisación. Para obtener un buen resultado hay que pesar
correctamente los ingredientes e incorporarlos en el orden adecuado, además de
seguir unas cuantas reglas que detallaré más adelante cuando hable de los
ingredientes. En primer lugar, se baten el huevo y el azúcar con unas varillas
para introducir en la mezcla la mayor cantidad de aire posible. Este aire queda
retenido en la emulsión en forma de innumerables burbujas microscópicas,
aumentando su volumen y dando lugar al esponjado de la masa. A continuación, se
añaden los ingredientes sólidos en polvo, previamente tamizados, como la
harina, la levadura química, el cacao, frutos secos triturados, etc. La harina
debe incorporarse en último lugar, con la máxima delicadeza para no destruir
las burbujas de aire atrapadas en la masa. Al cocer el bizcocho en el horno, el
huevo cuaja provocando que la estructura esponjosa mantenga su consistencia de
forma permanente. Además del batido, existe otra forma de introducir burbujas
de aire en la masa, y es mediante el uso de un impulsor o levadura química.
Ésta se mezcla con el resto de ingredientes y en el horno, debido a la acción
del calor, reacciona desprendiendo dióxido de carbono, lo que provoca el
aireado de la masa. Su uso es imprescindible en masas pesadas a las que se ha
añadido gran cantidad de grasa.
Las tres formas
básicas de elaborar bizcochos
Método
sencillo: Simplemente se mezclan los ingredientes con un batidor manual o
mecánico y se añade un impulsor que será el responsable de dar esponjosidad al
bizcocho. Este método se utiliza generalmente para elaborar los bizcochos de
las tartas. Método directo: Se baten los huevos y el azúcar con unas varillas
hasta conseguir una textura muy cremosa y a continuación, se incorpora la
harina tamizada con la máxima delicadeza. Método indirecto: Es la forma de
obtener los bizcochos más esponjosos. Por una parte se montan las yemas con el
azúcar y por otra las claras a punto de nieve firme. Después se juntan con
suaves movimientos envolventes y se añade la harina tamizada.
El horneado
Una
vez preparada la masa es conveniente hornearla cuanto antes, ya que si la
dejamos reposar, irá perdiendo el aire introducido. Los moldes deben estar
perfectamente engrasados o forrados con papel de hornear. No debemos llenarlos
más de 2/3 de su volumen, porque el bizcocho crecerá en el horno y la masa
podría rebosar. Un error común es golpear el molde para enrasar la masa, esto
provoca que el aire se salga. Nivelamos la masa con una cuchara sin insistir
demasiado, porque durante el horneado se asentará perfectamente. El horno no
debe abrirse hasta que hayan transcurrido 3/4 partes del tiempo total del
horneado. Debes tener en cuenta que el tiempo de cocción depende de muchos
factores, principalmente del horno empleado y del tipo y tamaño de los moldes.
La mejor forma de saber si el bizcocho está bien cocido es introducir un
palillo hasta el centro, y si lo sacamos limpio y seco, sin restos de masa o
humedad, estará listo.
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